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2:00 PM | Author: CD_Brasil
El Narcisista por Freud


Näcke había empleado el concepto de narcisismo en 1899, para designar al individuo que logra completa satisfacción sexual con su propio cuerpo. Desde esta perspectiva cabría afirmar entonces que se trata de una perversión. No obstante, hemos encontrado en la clínica este narcisismo unido a otras perturbaciones, como la homosexualidad y las neurosis. Así, el narcisismo no sería ya una perversión sino el complemento libidinoso del egoísmo del instinto de conservación (egoísmo que, por lo demás, posee todo ser vivo).
Este narcisismo primario normal permite explicar la demencia precoz (Kraepelin), o esquizofrenia (Bleuler) o parafrenia (Freud), pues allí aparecen delirios de grandeza y desinterés total por el mundo exterior. En los neuróticos todavía se conserva el interés por el mundo pero a un nivel de fantasías: hay interés por seres imaginados, no reales, y este proceso de volcar la libido sobre dichas fantasías se llama introversión de la libido.

Pero en la esquizofrenia, ¿adónde fue la libido sustraída a los objetos? Fue al yo (narcisismo), pero se trata de un narcisismo secundario, proveniente de un narcisismo primario más el arrastre de las catexias objetales. En los niños y en los pueblos primitivos encontramos también megalomanía, como por ejemplo en la omnipotencia de las ideas, que influirían mágicamente sobre el mundo exterior. Aquí hay una carga primitiva libidinosa del yo, de la cual una parte se destina a cargar los objetos, como si fueran los seudópodos de una ameba. Cuanto mayor es la libido del yo, menor es la libido objetal, y viceversa. La libido objetal es máxima en el amor, y tiene su antítesis en la fantasía paranoica del fin del mundo.

Cabe preguntarnos ahora qué relación hay entre el narcisismo y el autoerotismo. Los instintos autoeróticos existen primordialmente antes del desarrollo del yo: cuando éste se desarrolla, se instaura el narcisismo. Debemos también preguntarnos lo siguiente: si atribuímos al yo una carga primaria de libido, ¿para qué precisamos diferenciar una libido sexual de una energía no sexual correspondiente a los instintos del yo? ¿Para qué diferenciar tantos tipos de libido? ¿No basta un solo tipo de energía psíquica para explicarlo todo? No, responde aquí Freud. La división de la libido en libido del yo y libido objetal es una prolongación inevitable de la clasificación de los instintos en instintos del yo y sexuales, clasificación que surje de haber estudiado las neurosis de transferencia, y que la explica adecuadamente. La diferenciación primitivas en instintos del yo y sexuales determinó la libido del yo y la objetal. A su vez esa diferenciación primitiva es inevitable si consideramos las funciones de todo organismo vivo (automantenerse y mantener la especie). Por tanto el fundamento último de estas teorías es biológico, y a falta de una mejor la seguiremos manteniendo, sobre todo por explicar satisfactoriamente los cuadros neuróticos y las esquizofrenias.

No sólo podemos investigar el narcisismo a través de las parafrenias y las neurosis (donde definimos lo normal a partir de la intensificación de lo patológico), sino también observando la enfermedad orgánica, la hipocondría, y la vida erótica de los sexos.
El enfermo orgánico se interesa sólo por su cuerpo, su sufrimiento, retrayendo la libido del mundo exterior y cesando el interés erótico. También lo vemos en el dormir (deseo único y exclusivo de dormir cuando se está muy cansado). El hipocondríaco, análogamente, retrae su interés y su libido del exterior, concentrando ambos en el órgano que le preocupa. En la vida erótica, ciertas partes del cuerpo intensifican su erogeneidad, siendo objeto de gran interés, de igual forma que en la hipocondría, donde ciertos órganos supuestamente enfermos también despiertan la misma intensidad de interés.
En la parafrenia y la hipoconrdía hay un estancamiento de la libido del yo, así como en las neurosis de transferencia (histeria y neurosis obsesiva) hay un estancamiento de la libido objetal. Freud se pregunta aquí porqué un estancamiento de la libido del yo es sentido como displacentero, y porqué entonces luego se hace objetal. Se hace objetal cuando la carga libidinosa del yo sobrepasa cierta medida (un intenso egoísmo protege contra la enfermedad; pero al fin y al cabo hemos de comenzar a amar para no enfermar, y enfermamos en cuanto una frustración nos impide amar). El aparato psíquico busca calmar las excitaciones displacenteras o patogénicas. Como la descarga al exterior no puede hacerse, por diversos motivos, se busca una derivación interna de esas excitaciones. Cuando son derivadas hacia objetos irreales se produce un estancamiento de la libido (introversión). La megalomanía permite una análoga elaboración interna de la libido retraída al yo, y quizá sólo cuando ésta fracasa es cuando se hace patógeno dicho estancamiento libidinal. En la parafrenia, la libido no permanece ligada a objetos de la fantasía (como en las neurosis de transferencia) sino que se retrae al yo. Correlativamente, el fracaso de esta función psíquica correspondería a la hipocondría de la parafrenia, homóloga a la angustia de la neurosis de transferencia.
Como la parafrenia involucra generalmente un desligamiento sólo parcial de la libido de sus objetos, pueden ocurrir tres cosas: 1) retornar a la normalidad o a la neurosis (fenómenos residuales); 2) desligar la libido de los objetos (hipocondría, regresión, etc); y 3) la restitución, que consiste en ligar nuevamente la libido a los objetos, sea a la manera histérica o parafrénica, o a la manera de la neurosis obsesiva o la paranoia.
La vida erótica humana es una tercera fuente para el estudio del narcisismo. Las primeras satisfacciones sexuales autoeróticas son vividas en relación a funciones de autoconservación, es decir los instintos sexuales se apoyan en un principio en los instintos del yo, y solo ulteriormente de hacen independientes. Incluso hay un apoyo anaclítico para la elección de objeto pues éste satisface necesidades del yo (alimento, protección, etc); este tipo de elección de objeto son las primeras que realiza el niño. En los perversos y homosexuales la elección de objeto es en cambio narcisista: se elije el objeto conforme a la imagen de uno mísmo. Así, el sujeto tiene dos posibbles objetos para elegir: él mísmo y la mujer nutriz. A esto llamamos narcisismo primario.
Más tarde, el hombre hará un tipo de elección de objeto, y la mujer otro. En el hombre se ve un amor completo al objeto (hiperestimación sexual), y es una transferencia del narcisismo infantil sobre el objeto sexual, lo cual permite el enamoramiento. En la mujer, y sobretodo si es bella, nace una complacencia por ella mísma: se aman a sí mísmas con la misma intensidad con que el hombre las ama. No necesitan amar, sino ser amadas. No obstante, hay muchas mujeres que aman según el tipo masculino, desarrollando la hiperestimación sexual correspondiente. La mujer narcisista encuentra no obstante una salida para el amor objetal con su hijo (una parte de ellas mismas a quien pueden consagrar un pleno amor objetal sin abandonar su propio narcisismo). Finalmente otras mujeres no necesitan tener un hijo para pasar del narcisismo al amor objetal: son las que desde antes incluso de la pubertad desarrollaron una trayectoria masculina.
En síntesis, se ama conforme al tipo narcisista lo siguiente: lo que uno es, lo que uno fue, lo que uno quisiera ser, o la persona que fue parte de uno mísmo, y se ama conforme al tipo anaclítico o de apoyo a la mujer nutriz, o al hombre protector. El punto más espinoso para el narcisismo -no ser inmortal- se resuelve amando a los propios hijos, amor que no es más que una resurrección del narcisismo de los padres.

El narcisismo primitivo del niño está expuesto a perturbaciones, y el niño instrumentará medidas defensivas contra ellas. El complejo de castración (miedo a la pérdida del pene en el niño y envidia del pene en la niña) es una perturbación principal. La llamada 'protesta masculina' procede del complejo de castración y tiene una naturaleza narcisista, aunque no sea algo importante dentro de las neurosis.
La observación del adulto nos muestra muy mitigada su antigua megalomanía, pero ello no significa que la libido del yo se haya 'gastado' totalmente en cargas de objeto: simplemente hubo una represión al entrar en conflicto con cuestiones éticas y culturales. El adulto consagra a un yo ideal el amor ególatra que en la niñez había sido dirigido al yo verdadero. Intenta reconquistar la niñez libidinizando el yo ideal. La formación de un ideal tiene relación con la sublimación. En ésta, y en relación a la libido objetal, el instinto se orienta hacia un fin diferente y muy alejado de la satisfacción sexual. En cambio en la idealización se mantiene la connotación sexual. Como la sublimación se refiere a algo que ocurre con el instinto y la idealización a algo que ocurre con el objeto, se trata de dos conceptos bien distintos. Que un individuo haya trocado su narcisismo por la veneración de un yo ideal no significa que haya hecho una sublimación: el yo ideal exije sublimación, pero no puede imponerla. El yo ideal puede o no ser punto de partida de una sublimación.
Idealización y sublimación son también distintas que la represión: la producción de un ideal puede elevar las exigencias del yo y favorecer así la represión. La sublimación en cambio es un medio para cumplir tales exigencias sin recurrir a la represión.
La instancia psíquica que vela por la satisfacción narcisista en el yo ideal es la conciencia moral (de aquí sacará luego Freud, años más tarde, la idea de superyo). A dicha conciencia moral se deben los delirios de autorreferencia ('todos me observan y me espían'). El yo ideal se formó a partir de la influencia de los padres, educadores, etc. Estas voces reaparecen luego en la enfermedad. El yo ideal y la conciencia moral aparecen también como censores del sueño, específicamente en el llamado por Silberer 'fenómeno funcional', donde hay una autopercepción del estado de reposo o de despertar.
La autoestimación tiene mucho que ver con la libido narcisista, pues la primera aparece intensificada en la parafrenia y debilitada en la neurosis de transferencia, así como en la vida erótica el no ser amado disminuye la autoestima, y viceversa, el sentirse amado la aumenta. El que ama pierde una parte de su narcisismo, y sólo puede compensarla siendo amado. El no poder amar disminuye mucho la autoestimación: por ello hay sentimientos de inferioridad en las neurosis de transferencia. Pero la fuente principal de este sentimiento es un empobrecimiento del yo resultante de las grandes cargas de libido que le fueron sustraídas (tendencias sexuales sin control).
En cuanto al vínculo de la autoestimación con el erotismo caben dos posibilidades: si las cargas de libido son egosintónicas, el amor es estimado como cualquier otra actividad del yo, pero si las cargas de libido son reprimidas se siente un gran vaciamiento del yo, haciéndose imposible la satisfacción del amor.
El yo evoluciona alejándose del narcisismo primario, pero siempre con la tendencia a conquistarlo de nuevo. Dicho alejamiento se produce desplazando la libido sobre un yo ideal impuesto desde el exterior, y la satisfacción deviene por cumplir con este ideal.
Una parte de la autoestima es primaria (residuo del narcisismo infantil); otra procede de la omnipotencia confirmada por la experiencia (cumplimiento del ideal); y otra de la satisfacción de la libido objetal. Cuando la satisfacción narcisista tropieza con obstáculos reales, puede usarse el ideal sexual como satisfacción sustituta: es amado aquello que posee la perfección que le falta al yo para llegar al ideal. El neurótico está imposibilitado de alcanzar ese ideal por el empobrecimiento yoico (producido por excesivas cargas de objeto). El sujeto intentará entonces retornar al narcisismo eligiendo, conforme al tipo de elección narcisista, un ideal sexual que tenga la perfección que él no puede alcanzar.
El ideal del yo es también el ideal de una familia, una clase o una nación. La insatisfacción producida por el incumplimiento de ese ideal deja libre un acopio de libido homosexual que se transforma en angustia social (culpa), culpabilidad que originalmente provino del miedo al castigo de los padres, y más tarde de la sociedad. Resumen: PC

Fuente resumida: Freud S., Obras Completas.
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